sábado, 30 de mayo de 2015

Pruebas

Pruebas



No penséis que sois probados, tentados, desde afuera, sino, de vuestra propia concupiscencia que mora dentro de vosotros. Los defectos, errores, vicios están en vuestro propio interior; depositados en el Intelecto, Centro Emotivo y Sexual.
Si te observas a ti mismo descubrirás tan grande realidad, en pensamiento, emoción y deseo. Es dentro de ti que las tinieblas viven y palpitan, bullen como fuego oscuro en caos: agitándose en perversidades infinitas e innumeras tendencias Egoicas.
No son los demás los culpables de tan grandes desastres, de tales infortunios que nos ocurren en el diario vivir, sino, nuestras propias tendencias al error (mal).
Pasado, presente y futuro es un libro ya escrito hace mucho tiempo, el problema es que no lo sabemos leer y menos interpretar y la vida, con todos sus dramas, transcurre de momento en momento sin que nada podamos hacer debido al estado de inconsciencia en que nos encontramos. Es así, basta un momento de reflexión profunda para comprender que lo que nos ocurre a veces es inevitable o de muy difícil cambio y las circunstancias se repiten una tras otras hasta el morir.
Por un momento “Despierta” y mírate internamente con franqueza y confianza en ti mismo y veras que dentro están las posibilidades de trascendencia palpitantes esperando el momento preciso de manifestarse. Es solo una Fuerza, sencilla y poderosa, la que te desprenderá de tan lamentable estado: VOLUNTAD.




Es una fuerza, un poder ilimitado, un rayo de SOL Central Cristonico Cósmico que sabiamente manejado nos libera de tan triste situación, esclavos en y por el mal.
De muchas formas somos probados, es cierto, de muchas maneras nos enfrentamos a las distintas acciones de la vida y nuestras respuestas son de variadas y múltiples consecuencias repartidas internamente en el intelecto, centro emotivo o sexual.
Quieras o no las tormentas psicológicas se desarrollan. El movimiento de los Vientos-Pensamientos se precipita y ya nada esta en calma, todo esta en movimiento, nada permanece quieto, todo vibra.
Las consecuencias son agitadas; la algarabía es enorme y el rugido y el trueno esta presto a actuar. Una respuesta salta a la palestra o dos o tres y a veces muchas porque muchos son los que responden peleándose el actuar.
No habéis escuchado decir “Mi nombre es Legión; porque somos muchos”. Si hasta el Ego se sabe ser muchos ¿Cómo es posible que nosotros, ESENCIA, no lo sepamos? ¿Cómo es posible que no despertemos y nos demos cuenta de esta triste realidad? Porque somos muchos y los muchos no permiten que la ESENCIA despierte y tome CONSCIENCIA.
La Tinieblas Legión se apoderaron de nuestro cuerpo, somos posesos de tan viles demonios, corporizaciones psicológicas de nuestros defectos, errores, vicios, etc., pensamientos, ideas, elucubraciones, razonamientos, fantasías y sueños, dogmas y creencias, mentiras y engaños, disculpas y ofensas, risas y llantos, etc., etc., etc., porque somos miles y nuestro nombre es LEGION es que estamos donde estamos.
Se os dice algo; ofensivo o cariñoso, agradable o desagradable, bueno o malo, según nuestro concepto; y REACCIONAMOS o respondemos y/o actuamos ante tal hecho. En otras palabras a sido


PROBADO, TENTADO y desde adentro saltan a la batalla los respondedores, ósea, nuestros EGOS que en forma inconsciente reaccionan o actúan, según el caso, de acuerdo al papel asignado en este drama repetitivo de la vida.
Un ejemplo de la mecanicidad dará luces al respecto: A.- Buenos días ¿Cómo esta UD.? B.- Buenos días, bien ¿Y UD.? Eso es mecánico, una respuesta ya establecida y seguimos caminando. O de otra manera peor aun: A.- Buenos días ¿Cómo esta UD.? B.- Buenos días ¿Cómo esta UD.? Y seguimos caminando, ni siquiera respondimos a la pregunta y tampoco esperamos la respuesta a la nuestra. Esto es totalmente mecanizo y señala a las claras el estado de seres DORMIDOS, inconscientes. Los actores, Egos, cumplieron su papel y punto, hicieron lo que tenían que hacer, actuaron su libreto y desaparecen de la escena de la vida.
Otro ejemplo: ¡Eres un imbécil, estupido y tarado! En el primer ejemplo la respuesta fue neutra pero mecánica, en este caso ¿Cómo será la reacción? ¿Será de Ira, Orgullo herido o físicamente violenta? Ya no será neutra, estamos de acuerdo. La tormenta psicológica ya se desato y los actores salen a la batalla.
El conjunto de concupiscencias interiores se ve afectado y reacciona, fuimos probados y/o tentados y explota la tormenta psicológica, total como resultado CONSCIENCIA DORMIDA, respuesta, mecánica. Dramas, problemas, enredos, sufrimientos, llanto y dolor; más cadenas de consecuencias inconscientes. Y el libro ya fue escrito hace mucho tiempo; los actores salen en su momento, en su instante y a la hora señalada.
Si duda o no cree, haga el siguiente trabajo de investigación: observe uno de esos actores, Egos, UD. Mismo, y vea como actúa siempre ante un hecho o situación. Vera que su actuación es siempre la misma. Ilustrativamente: Siempre contará el mismo chiste o hará



la misma broma y lo que es peor, a veces se reirá tontamente solo UD.
Y repetirá y repetirá como si fuera siempre la novedad, sin darse cuenta se esta auto-engañando como santo estupido. Solo repite su papel, eso es todo.
¿Por qué digo “como santo estupido”?. Porque el creerse bueno y santo es otra forma de estar DORMIDO. El ser bueno o malo nada tiene que ver con estar DESPIERTO. Hay actores-egos buenos y buenísimos pero solo son sombras y esas manifestaciones pietistas; farisaicas o saduceas; son solo expresión de un sin fin de errores psicológicos.
A la manera Apostólica vuelvo a repetir: “No penséis que sois probados, tentados, desde afuera, sino, de vuestra propia concupiscencia que mora dentro de vosotros”.
La Epístola Universal de SANTIAGO Capitulo 1 Versículo 12 al 16 dice:
Soportando las pruebas:

12 Bienaventurado el Varón que soporta la tentación; porque cuando haya Resistido la prueba, recibirá la corona de vida, que Dios ha prometido a los que le aman.
13 Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni el tienta a nadie;
14 Sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido.
15 Entonces la concupiscencia, después que a concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte.
16 Amados míos no erréis.

Paz Inverencial
maeseanonimus

“LAS PRUEBAS INICIATICAS”.

“LAS PRUEBAS INICIATICAS”.
En esta oportunidad vamos a exponer de los Procesos Iniciáticos las llamadas PRUEBAS, de una exposición del gran escritor iniciado Rudolph Steiner muchas veces mencionado por el V.M. Samael Aun Weor; para que ampliemos nuestros conocimientos y abandonemos el sectarismo y el fanatismo que tanto daño hacen.
Hacemos eso si la siguiente aclaración: Cámbiese el termino Yo Superior por Intimo o SER y no se haga problemas en la comprensión y en el sectarismo propio de no Iniciados.
Hemos estado aportando para el bien de todos y cada uno en particular con diversos escritos de otros autores y algunas opiniones particulares para una apertura CONSCIENTE de los conocimientos Iniciáticos.
La GNOSIS es muy amplia y en los estudios de ella a cada uno se le va indicando que hacer, que estudiar, y que entregar. Al que hay que obedecer es a nuestro maestro guía y a nuestro Padre Interno y no a los sectarismos propios de la ignorancia, el fanatismo y el ego.
Esa es la diferencia a la que hay que estar abierto de Corazón y ESENCIA, en perfecta armonía y CONSCIENCIA.
Damos pues para todos estos apuntes como nos lo indican.
De Rudolph Steiner:

LA INICIACIÓN



La iniciación es el grado supremo de una disciplina oculta sobre la cuál se pueden dar, en un libro, indicaciones que todavía pueden ser accesibles a todos. Lo que se podría decir sobre los grados que están más allá de la iniciación apenas sería comprensible. Pero se puede encontrar el camino, si a través de la preparación, la iluminación y la iniciación, se ha penetrado hasta los misterios menores.
Sin la iniciación, el hombre no podría adquirir el saber y el savoir-faire que ella confiere, más que un futuro muy lejano y después de numerosas encarnaciones, por un camino y bajo una forma completamente diferente. La persona que es iniciada hoy experimenta al presente lo que no habría sido llamada a conocer sino mucho más tarde y en unas circunstancias muy distintas.
Cada persona solamente puede descubrir, sobre los misterios de la existencia, aquello que corresponde a su grado de madurez. Es por esta sola razón por la que va encontrando obstáculos a medida que avanza hacia los grados superiores del saber y de savoir-faire. Nadie pondría un arma de fuego entre las manos de un individuo antes de que el tal individuo tuviese la experiencia suficiente como para poder servirse de ella sin causar una desgracia.
Si en estos momentos alguien fuera iniciado de buenas a primeras, le faltaría la experiencia que todavía tiene que adquirir en el transcurso de sus futuras encarnaciones, hasta el momento en que le sean desvelados los misterios correspondientes a su evolución normal. Es por esto por lo que, en el umbral de la iniciación, es preciso que, mientras se espera tener esta experiencia, tenga lugar una cosa de otro tipo.
Las primeras instrucciones que recibe el candidato a la iniciación están pues destinadas a compensar provisionalmente la experiencia por venir. Estas son las llamadas “pruebas probatorias”, por las cuales es preciso pasar. Ellas constituyen el resultado normal del trabajo interior si los ejercicios han seguido correctamente el camino descrito en los capítulos precedentes.
Ciertamente, con frecuencia se encuentran libros que aluden a “pruebas”. Pero ellos solamente pueden evocar una falsa imagen de la realidad. Porque el que no haya pasado por la preparación y la iluminación, ni haya tenido jamás la experiencia de estas pruebas, está absolutamente incapacitado para ofrecer una información verídica de ella.
Ante el alma del candidato se presenta un cierto número de cosas y de fenómenos provenientes de los mundos superiores; pero, naturalmente, él no puede verlas ni entenderlas más que si es capaz de comprender las figuras, los colores, los sonidos, etc., de los que hemos hablado al tratar de la preparación y de la iluminación.
La primera “prueba” consiste en adquirir, respecto a las propiedades materiales de los cuerpos inanimados, después de las plantas, a continuación de los animales y finalmente del hombre, puntos de vista más exactos que los habituales. Y aclaramos que entendemos por “puntos de vista habituales” lo que hoy día se llama conocimiento científico. No se trata de ciencia, sino de visión.
Lo que se produce generalmente es que el candidato a la iniciación aprende a reconocer de qué manera las cosas de la naturaleza y de los seres vivos se manifiestan a los ojos y a los oídos espirituales, de suerte que, en una cierta medida, estos fenómenos se le presentan al observador como desvelados y desnudos. Lo que él ve y entiende escapa a los ojos y los oídos físicos. Para la visión sensorial, se muestran recubiertos de un velo. Este velo cae, sin embargo, delante del candidato, según un proceso que se puede considerar como un fenómeno espiritual de consunción. Esta es la razón por la que a esta primera prueba se le denomina “prueba de fuego”.
Para muchos hombres, la vida ordinaria constituye ya por sí misma, de manera más o menos consciente, una prueba de iniciación por el fuego. Estos hombres llevan a cabo experiencias enriquecedoras, gracias a las cuales ellos ven crecer, de una manera sana y normal, la confianza en sí mismos, su valor, su decisión y su firmeza; por consiguiente, llegan a ser capaces de soportar el dolor, las decepciones y los fracasos de sus empresas con una entereza, una grandeza de alma, una fuerza y una calma inconmovibles. Quien ha pasado por tales experiencias es a menudo ya, sin que él mismo lo sepa, un iniciado. Cualquier cosa basta para abrir sus ojos y sus oídos espirituales y hacer de él un clarividente. Porque hay que hacerlo notar bien: una verdadera “prueba de fuego” no tiene por objetivo satisfacer la curiosidad del candidato. Cierto que él descubre hechos infrecuentes de los que de ordinario no se tiene la menor idea. Pero este descubrimiento no es el objetivo de las pruebas, no constituye la meta del candidato; este descubrimiento no es más que el medio necesario para alcanzar ese objetivo, esa meta, que no es otra que adquirir, mediante este conocimiento de los mundos superiores, una confianza en sí más profunda y mejor fundada, un valor más firme, una grandeza de alma y una perseverancia completamente distintas a las que generalmente se adquieren sobre la tierra.
Después de la “prueba de fuego” todavía es posible para todo candidato volver atrás. Continuará su existencia, fortificado en su cuerpo y en su alma, y no reemprenderá su camino iniciático hasta la próxima encarnación. En la actual encarnación será un miembro más útil para la comunidad humana que lo era antes de haber pasado la prueba. En cualquier situación que se encuentre, su firmeza, su claridad de juicio y raciocinio y su beneficiosa influencia sobre sus semejantes, tanto como su espíritu de decisión, habrán hecho notables progresos.
Si el candidato que ha sufrido la prueba de fuego quiere continuar avanzando en su entrenamiento, es preciso que le sea revelado el “sistema de escritura particular” que se utiliza en la disciplina ocultista. Las verdaderas enseñanzas ocultas están redactadas en esta escritura, porque lo que constituye el carácter escondido (oculto) de las cosas no puede expresarse, por definición, ni mediante las palabras del lenguaje corriente ni mediante los signos de la escritura ordinaria. Aquellos que han recibido la enseñanza de los iniciados traducen de la mejor manera posible, en lenguaje común, las lecciones de la sabiduría. La escritura oculta se revela al alma que adquiere la percepción espiritual; sus caracteres están siempre más grabados en el mundo del espíritu. No se aprenden como los de una escritura artificial. En el alma donde crece el conocimiento clarividente, objetivo, se desarrolla una facultad, una fuerza que la impulsa a descifrar los fenómenos y los seres espirituales como los caracteres de una escritura.
Podría ocurrir que esta fuerza, con la “prueba” que ella comporta, se despertase de manera enteramente natural en el curso del desenvolvimiento interior. Se accede sin embargo con más seguridad a la meta siguiendo las indicaciones de los ocultistas versados en la lectura de estos caracteres.
Los signos de la escritura escondida no están compuestos arbitrariamente, sino conforme a las fuerzas que actúan en el universo. A su través se aprende el lenguaje de las cosas. El candidato constata muy pronto que los signos que va descubriendo corresponden a la figuras, los colores, los sonidos, etc., que ha aprendido a percibir en el curso de la preparación y de la iluminación. Se da cuenta de que todavía no ha hecho más que deletrear el alfabeto. Solamente ahora, va a comenzar a leer en los mundos superiores. Como un majestuoso conjunto, se descubre lo que antes no aparecía sino a través de fenómenos aislados. Solamente ahora son verdaderamente auténticas sus observaciones espirituales. Antes, no podía nunca tener la completa certeza de que las cosas que creía haber visto las habría visto realmente. Sólo ahora puede existir un acuerdo seguro entre el candidato y el iniciado en los dominios de la ciencia superior. Porque, cualesquiera que sean las relaciones de un iniciado y otro hombre en la vida ordinaria, el iniciado no podrá comunicar su ciencia bajo una forma inmediata más que mediante el lenguaje de los signos. A través de esta lengua, el discípulo se familiariza igualmente con un cierto número de reglas de conducta. Toma conciencia de ciertos deberes de los que con anterioridad no tenía la menor idea. Y cuando sabe poner en práctica estas reglas de conducta, puede llevar a cabo acciones cargadas de un sentido que en ningún caso pueden tener las de un hombre que no haya sido iniciado. Su conducta se inspira en los mundos superiores. Estas inspiraciones no pueden ser captadas más que en esta lengua de que hablamos.
Hay que dejar bien sentado, sin embargo que determinados seres pueden llevar a cabo inconscientemente acciones inspiradas, aunque no se hayan entrenado nunca en el ocultismo. Estos auxiliares de la humanidad y del universo atraviesan la vida repartiendo favores y bendiciones. Por razones que no podemos explicar aquí, ellos han recibido unos dones que parecen naturales. La única cosa que les distingue del investigador es que este último actúa a conciencia y con discernimiento respecto a lo que quiere realizar con relación al conjunto; él conquista, mediante la disciplina, lo que las potencias superiores entregan a los demás para el bien del mundo. Estos hombres de Dios merecen veneración, pero no por eso hay que considerar el entrenamiento como algo superfluo.
Cuando el discípulo ha aprendido la lengua de los signos, se va a encontrar frente a otra “prueba”; una prueba que debe revelar si está en disposición de evolucionar en los mundos superiores con libertad y seguridad. En la vida ordinaria, los impulsos que llevan al hombre a actuar le llegan de fuera. El cumple tal o cual tarea, porque las circunstancias se la imponen como un deber. Y en este punto, se nos hace necesario hacer notar que el estudiante no debe abandonar ninguno de sus deberes cotidianos so pretexto de que participa en una vía superior. Ningún deber, absolutamente ninguno, asumido con respecto al mundo espiritual puede forzar a nadie a descuidar una sola de sus obligaciones prácticas. El padre de familia debe permanecer siendo tan buen padre de familia como antes y la madre, tan buena madre. Ni el funcionario, ni el soldado ni ningún ciudadano de ninguna clase deben volver la espalda a sus deberes por causa de la práctica del ocultismo. Por el contrario, todas las cualidades que confieren valor a una persona en la vida ordinaria deben aumentar en el estudiante en una medida de la que el profano no podría hacerse ni una remota idea. Y si los no iniciados tienen a veces otra impresión, cosa poco frecuente e incluso rara, ello es consecuencia de que no están en absoluto capacitados para emitir un juicio sobre un iniciado; lo que trae como consecuencia que las actitudes de éste resulten a veces inexplicables para ellos.
Para quien haya alcanzado el grado anteriormente citado de la iniciación, existen unos deberes que ya no están determinados por ningún móvil exterior. No son las circunstancias de fuera las que le guían en este dominio, sino una serie de reglas de conducta que le han sido reveladas por el lenguaje “escondido”. Mediante la segunda “prueba”, debe demostrar ahora que estas reglas le dirigen con tanta seguridad y firmeza como un funcionario sometido a su reglamento es dirigido por éste. Para que esto sea así, el candidato debe, sentirse situado, en un determinado momento de su entrenamiento, frente a una cierta tarea. Debe cumplir una actividad inspirándose en lo que ha percibido durante los períodos de preparación y de iluminación. Y esta misma actividad debe descifrarla en el lenguaje de los signos. Si sabe reconocer su deber y actuar en consecuencia, es señal de que ha superado victoriosamente la prueba. El éxito se reconoce en el cambio provocado por la acción en las figuras, los colores y los sonidos que perciben los oídos y los ojos espirituales. A medida que se progresa en el entrenamiento oculto, se ve perfectamente cómo estas figuras, colores y sonidos producen otra impresión según la acción cumplida. Y el candidato debe saber ocasionar este cambio.
A esta prueba se le llama “prueba del agua”, porque se pierde el terreno firme que procuran las condiciones exteriores, del mismo modo que a aquel que nada en un lugar de aguas muy profundas le falta todo tipo de apoyo. La prueba debe ser renovada hasta que el candidato haya conquistado una perfecta seguridad.
Mediante esta prueba, también se trata de adquirir una cualidad nueva y, a través de estas experiencias en los mundos superiores, se puede llevar en poco tiempo esta cualidad hasta un grado que normalmente no se habría podido alcanzar sino después de numerosas encarnaciones.
El punto esencial es el siguiente: para obtener la transformación requerida en esta región superior de la existencia, el candidato no debe seguir ninguna otra indicación que su percepción espiritual y lo que haya descifrado mediante el lenguaje secreto. Si, en el curso de la acción que debe cumplir, sus deseos, sus opiniones, etc., ejercitan sobre él la menor presión y olvida un solo momento conformarse a las leyes que personalmente ha reconocido como verdaderas, entonces ocurrirá una cosa completamente distinta a la que debe ocurrir. El candidato dejará muy pronto de orientarse hacia el fin de su acción y la confusión le extraviará. Mediante esta prueba, al hombre se le presenta también una ocasión excepcional para desarrollar el dominio de sí. Y en este punto hay que llamar la atención otra vez: esta prueba será superada con mayor facilidad por aquellos que, antes de la iniciación, hayan llevado una existencia capaz de brindarles el dominio de sí mismos. El que haya conquistado el poder de poner de lado sus caprichos y sus voluntades personales para servir un ideal y unos principios elevados; el que sepa siempre cumplir con su deber, inclusive cuando este cumplimiento vaya en contra de sus inclinaciones naturales y sus simpatías, éste es ya, inconscientemente, en la vida ordinaria, un iniciado. Y ya le falta muy poco para poder triunfar en la prueba descrita.
Digamos inclusive que es indispensable haber adquirido ya inconscientemente en la existencia un cierto grado de iniciación para afrontar con éxito la segunda prueba.
En efecto, las personas que no han aprendido desde su juventud a escribir correctamente experimentan grandes dificultades para hacerlo en la edad madura. Del mismo modo, será difícil, en presencia de los mundos superiores, alcanzar el grado necesario de dominio de sí, si no se posee un cierto grado de él en la existencia cotidiana. Las cosas del mundo físico permanecen siendo lo que son cualesquiera que sean nuestros deseos, pasiones y tendencias modifican el entorno; si nosotros queremos pues obtener en nuestros dominios un resultado cierto, es preciso que tengamos un completo dominio de nosotros mismos y sigamos únicamente la regla de conducta perfecta, sin ceder jamás a la arbitrariedad.

Una cualidad esencial en este estadio de la iniciación es, sin discusión, un juicio seguro y sano. Hay que tener buen cuidado de desarrollarlo desde los primeros grados, porque en estos momentos el candidato debe demostrar que lo posee en la medida suficiente como para penetrar en la verdadera senda del conocimiento. Es imposible que progrese si no tiene el discernimiento que le permita distinguir la verdad de todo cuanto es ilusión, fantasmagoría, superchería, superstición o espejismo. En los grados superiores de la existencia, este discernimiento es mucho más difícil que en el mundo físico. Todo prejuicio, toda opinión obstinada debe desaparecer ante la importancia de lo que se aborda; la verdad única debe servir de brújula. Se debe estar completamente preparado para abandonar un pensamiento, una opinión, una visión personal si el pensamiento lógico lo reclama, porque no se pueden adquirir certezas en el mundo superior más que si se renuncia para siempre a halagar la propia opinión.
Los hombres inclinados a las fantasías, las ensoñaciones, las supersticiones no pueden hacer ningún progreso en el sendero. El investigador debe adquirir un bien precioso: el de librarse de toda duda respecto a los mundos superiores. Estos se van a revelar a su mirada en su esencia y según sus leyes. Pero ello no ocurrirá mientras la persona en cuestión se deje prender por espejismos e ilusiones. Sería peligroso para ella que su imaginación o sus prejuicios ofuscasen su razón. Los fantasiosos y los soñadores no tienen condiciones para el ocultismo, como tampoco las tienen los supersticiosos. Nunca se repetirá esto bastante. La ensoñación, la imaginación desbocada, la superstición son los peores enemigos que acechan al discípulo en su tránsito por el sendero del conocimiento espiritual. No se figuren ustedes, sin embargo, que la poesía de la vida, el don de entusiasmo se les va a escapar por haber leído sobre el umbral de la puerta que lleva a la segunda prueba estas palabras. “Abandona todo prejuicio”, y sobre la puerta que conduce a la primera, estas otras: “sin buen sentido a toda prueba, todos los pasos son vanos”.
Si el candidato ha progresado suficientemente en este sentido, le espera la tercera prueba. Aquí, él no percibe ya ningún objetivo exterior. Todo está en sus manos. Se encuentra en una situación donde nada le impulsa a actuar. Está completamente solo para encontrar su camino y no hay en torno suyo ningún ser ni ninguna cosa que le pueda influenciar. Nada ni nadie podrán darle fuerza dentro de sí, pronto se encontrará en el mismo lugar en que se encontraba antes. Pero es preciso decir que, entre los que han salido airosos de las pruebas anteriores, hay pocos que no sean capaces de encontrar esta fuerza. O bien se ha quedado uno en el camino en una de las etapas precedentes, o bien se triunfa también ahora. Lo esencial consiste en ver con claridad sobre el terreno, porque aquí es preciso encontrar su Yo superior en el verdadero sentido de la palabra. Hace falta decidirse rápidamente a seguir en todo la indicación del espíritu. Ya no hay tiempo para deliberar o para plantearse dudas. El más breve momento de vacilación demostraría que todavía no se está maduro. Todo lo que impida prestar oídos a los consejos del espíritu debe ser esforzadamente superado. La cualidad de la que es absolutamente necesario dar testimonio en esta situación es la presencia de ánimo, que es precisamente también la cualidad que, en esta fase de la evolución, se trata de llevar a la perfección. Todo lo que conduzca a pensar o a actuar por costumbre o por reflejo desaparece. Para no sentirse paralizado es necesario no perderse a sí mismo, porque no le queda a uno más punto de apoyo que uno mismo. Ninguno de aquellos que lean estas líneas sin estar familiarizados con estos temas debe dejarse desanimar por la prueba de verse arrojado sobre sí mismo de esta manera. Porque el que la supera conoce una profunda felicidad.
Aquí, al igual que en los otros casos, la vida ordinaria es ya para muchos hombres una disciplina oculta. Para aquellos que en la vida se han vuelto capaces de tomar una rápida decisión sin vacilar ante situaciones que se presenten de improviso, la propia existencia constituye de por sí una escuela. Las situaciones más favorables son aquellas de las que es imposible salir si no se toma una decisión sobre la marcha. Si, en un caso en que un minuto de vacilación podría causar una desgracia, ustedes son capaces de tomar una decisión inmediatamente, y si esta rapidez de decisión se ha convertido en parte integrante de vuestro ser, ya han adquirido ustedes, inconscientemente, la madurez necesaria para afrontar la tercera prueba, porque ésta está destinada precisamente a perfeccionar la presencia del ánimo.
En las escuelas de ocultismo a esta prueba se la denomina “la prueba del aire”, porque el candidato se encuentra privado tanto del apoyo sólido de los impulsos venidos de fuera como de la ayuda de las percepciones espirituales de formas, colores, sonidos, etc., adquiridos en el curso de la preparación y de la iluminación. Queda reducido exclusivamente a sí mismo, a sus propias fuerzas.
Si el discípulo ha pasado satisfactoriamente esta prueba, entonces adquiere el derecho a penetrar en el “templo de los conocimientos superiores”. No haremos más que rozar someramente lo que habría que decir en este punto. Lo que espera al discípulo es a menudo representado como una especie de juramento que debe prestar; un juramento de no traicionar las enseñanzas secretas. Pero estas expresiones de “juramento” y “traición” no son en absoluto conformes a la realidad; pueden inclusive inducir a error. Porque en ningún modo se trata de un juramento en el sentido ordinario de la palabra: se trata más bien de una experiencia que afecta a esta etapa del desarrollo. Se aprende como poner en práctica, al servicio de la humanidad, las enseñanzas recibidas. Sólo entonces se empieza a comprender el verdadero sentido del universo. No se trata de callar las verdades superiores, sino más bien de saber cómo defenderlas con todo el tacto necesario.
Saber lo que es preciso callar es algo muy diferente. Esta notable cualidad se adquiere muy especialmente respecto a temas de los que hemos hablado con anterioridad y sobre todo de la manera en que se ha hablado de ellos. Sería un mal iniciado el que no pusiese sus conocimientos ocultos al servicio de la humanidad en la mayor medida posible. En este dominio, no hay otro obstáculo para las comunicaciones que se pueden hacer que la incomprensión de aquél a quienes se dirigen. Sin duda alguna, los misterios superiores no están ahí para servir de tema de cualquier discurso, pero no está “prohibido” hablar de ellos a quien se haya elevado hasta este grado de evolución. Ningún hombre, ningún ser le impone en este sentido un juramento. Todo se pone en manos del sentido de la responsabilidad del iniciado. En cada situación, es a él mismo a quien toca resolver sobre lo que debe hacer con lo que sabe, y la palabra “juramento” significa simplemente que ha alcanzado la madurez necesaria para tener esta responsabilidad.
Si el candidato adquiere esta madurez, recibe lo que simbólicamente se llama “bebida del olvido”, es decir, que llega a poseer el secreto de actuar sin dejarse en ningún instante turbar por la memoria inferior. Es indispensable para el iniciado, porque siempre debe tener plena confianza en el presente inmediato; debe poder rasgar el velo del recuerdo que se interpone entre el hombre y los hechos en cada instante de su vida. Si juzgo lo que se me presenta hoy según mis experiencias de ayer, me expongo a múltiples errores. Naturalmente, esto no quiere decir que sea preciso renunciar a la experiencia que la vida nos ha dado. Hay que servirse de ella de la mejor manera posible. Pero, como iniciado, se debe poder juzgar por sí mismo cada nuevo acontecimiento, y dejarlo actuar libremente sobre el espíritu, sin dejarse turbar por los recuerdos del pasado. Es necesario, que a cada instante yo esté dispuesto a lo que un ser o una cosa me pueda aportar como revelación enteramente nueva. Si evalúo lo nuevo según lo antiguo, estoy sujeto a error. Sin embargo, el recuerdo de las experiencias antiguas me resulta de una extrema utilidad, porque me permite ver lo nuevo. Si yo no tuviese ya una cierta experiencia de las cosas, es probable que determinadas cualidades de un objeto o de un ser que se presenten a mí se me escapasen por completo. La experiencia debe servir precisamente para ver lo nuevo, pero para juzgarlo según lo antiguo. El iniciado adquiere a este respecto facultades muy precisas que le revelan muchas cosas que permanecen enteramente ocultas para el no iniciado.
La segunda bebida que se ofrece al iniciado es la “bebida del recuerdo”. Gracias a ella, le resulta posible tener siempre presentes en el espíritu las verdades superiores. La memoria ordinaria no bastaría para ello. Es preciso “hacerse uno” con estas verdades. No basta con conocerlas, deben integrarse con toda naturalidad en la acción viva como el alimento o la bebida en la vida física. Deben convertirse en ejercicio, en costumbre, en inclinación. Ya no debe ser necesario reflexionar sobre ellas en el sentido ordinario de la palabra. Deben expresarse por lo que es el hombre mismo, expandirse por todo su ser y convertirse en algo así como las funciones vitales de su organismo. De esta manera, realizará cada vez más espiritualmente el objetivo para el que la naturaleza le ha constituido físicamente


Hasta aquí lo expuesto por el autor R. Steiner.
Sin olvidar que el gran cambio va a la par con los procesos de MUERTE MISTICA, del ego, NACIMIENTO, transmutación de la Energía Creadora y SACRIFICIO, que ahora se entregan en forma abierta y no velada, sino directamente como corresponde a estos tiempos.
Paz Inverencial
maeseanonimus

Sobre las INICIACIONES.

Sobre las INICIACIONES.
¿Qué son las Iniciaciones?
Nos referimos en este caso a la verdaderas INICIACIONES y no a las que conoce el común de la gente; esas de escuelas físicas en donde se dan cierto tipo de grados con el Supuesto de que están en mejores condiciones que otros seres humanos.
Nos referimos a las INICIANCIONES de la Esencia, del Alma, del Espíritu, del SER, que nada tienen que ver con las del físico; repito de escuelas, logias o agrupaciones de personas en el físico, que se reúnen para hacer ciertos tipos de practicas, rituales y demás creencias, fantasías, dogmas, etc.
Las INICIACIONES de la ESENCIA tienen básicamente su basamento en los Tres PASOS fundamentales de la Liberación de la CONSCIENCIA: Eliminación de los defectos, errores, vicios, etc., del EGO. Nacer la sabia utilización de la Energía Creadora sexual, mediante la transmutación y el sacrificio.
Y ese es netamente UN TRABAJO INDIVIDUAL, no es un trabajo de conjunto, salvo en el aspecto de pareja, pero es un trabajo que depende única y exclusivamente de cada persona.
La iniciación es el realizar estos trabajos y acrecentar la esencia y su facultad de la consciencia como aspecto básico. Es Liberar esencia con la eliminación del ego, es limpiar y purificar el cuerpo y los cuerpos del ser humano de todo este tipo de elementos psicológicos que lo tienen enredado y prisionero.
Es repito LIBERAR ALMA. No es pasar cursos porque ya se cumplió un determinado plan de estudios o un tiempo de días, meses o años, como normalmente se estila en las escuelas físicas.
La Liberación por ser un trabajo particular, no necesita de un lugar en donde alguien lo este vigilando o instruyendo. Solo se necesita el saber el trabajo a realizar y efectuarlo, nada más.
El TEMPLO es uno mismo, el ARA o altar es uno mismo, en uno mismo están todas esas cosas, lo que se necesita es ponerse en contacto con ellas y para eso es solo cuestión de ir hacia adentro y hacia arriba y la manera básica y efectiva es con la oración o haciendo los trabajos del morir, nacer y sacrificio.
Eso es todo, lo demás el agruparse, que por supuesto que en algo sirve, pero no es necesario, a veces solo crea mas problemas por las cosas a las que hay que aferrarse, dogmas, creencias, fantasías de los supuestos guías, dependencias psicológicas que se crean y por sobre todo por el miedo de caminar solo, ese gran obstáculo de las personas, el de no ser capaces de caminar solo y enfrentarse a sus propios demonios, siempre quieren una ayuda y a veces desgraciadamente esa ayuda es negativa por las sombras egoicas de cada persona que nos quiere ayudar o instruir.
Y el camino es el enfrentamiento a nuestros propios errores, vicios, apegos, manías, a ese enjambre de egos propios y no se puede realizar en conjunto o con otra persona, es propio, solo e individual.
Por más que quieran estar en grupo, solo lo pueden realizar en la soledad de si mismos. El único autentico Maestro que los puede ayudar es el propio SER, dios dentro de uno ya que el también es parte de esos trabajos.
Todas y cada una de las partes del SER participan en esta labor, es la ritualistica que se efectúa en el TEMPLO interior, en nosotros mismos.
Es nuestro SER el indicado y único; con todas sus partes, el que nos ayudara realmente, los demás que pueden hacer, solo tal ves orar, pero el morir, es individual, el nacer, es en pareja, pero con una sola pareja, nuestra esposa y el sacrificio, el primer Paso, morir, es individual, el segundo paso, es en pareja y ese se realiza en nuestro hogar y el sacrificio se puede realizar en el aspecto de ayuda a los demás solos.
“El cielo se toma por asalto y solo los valientes lo toman” dice el V.M. Samael Aun Weor y ese cielo son todas y cada una de las partes de nuestro SER que nos permitirá estar en todos los PLANOS conscientemente y Libres del EGO.
A muchos tal ves esto no les agradará, pero quienes son los muchos, el ego y como este es LEGION esta acostumbrado a estar agrupado, ya que es TERRIBLEMENTE COBARDE.
La ESENCIA es libre y poderosa y no necesita de guías ciegos, necesita eso si del SER y ese esta adentro. Dentro de nosotros mismos y ese es el proceso Iniciático, encontrarlo y unirse.
La INICIACION es buscar, encontrar al SER, unirse y ser Libre, es dejar atrás este mundo de Maya y maya esta compuesto de muchos Dioses que solo son eso Maya.
Si buscas la INICIACION, esta dentro de ti, es tu Padre; tu bien amado Cristo y es tu Sacratísimo Espíritu Santo, es tu Madre Divina, es tu Kaom Interno, es tu Maestro Interno, son todas y cada una de las partes de tu SER, es EMMANUEL ; Dios en ti, eso gráveselo bien en el corazón, es Dios dentro de ti.
Y ¿Cómo buscas a DIOS dentro de ti?
Solo adentro.
Paz Inverencial
maeseanonimus.

viernes, 29 de mayo de 2015

LA INICIACION “EGIPCIA”.

LA INICIACION “EGIPCIA”.

Ponemos A su disposición otro capitulo del Escritor Esoterista Jorge Adoum (mago JEFA).
Para comprender los grandes Misterios de lo que es realmente la INICIACION y sus caminos secretos, hacia adentro y hacia arriba.


LA INICIACIÓN EGIPCIA
Y SU RELACIÓN CON EL HOMBRE
41. “Todo aspirante debe comprender los misterios de la Iniciación
antigua para
entender y practicar, a conciencia, la verdadera Iniciación moderna.
Todos los Misterios
Antiguos eran símbolos de hechos futuros que deben suceder. Para
comprender la Verdad
debemos estudiar los símbolos antiguos que constituyen el camino más
directo a la
Sabiduría.
42. Los egipcios practicaban la Iniciación en la Gran Pirámide. Ese
monumento
maravilloso jamás fue tumba de faraón alguno, como pretenden demostrar
algunos
expertos. La Gran Pirámide es fidelísima copia del cuerpo humano y
podemos decir,
simbólicamente, que es la tumba del Dios Íntimo que se halla dentro
del hombre.
Para volver a la Unidad con el Dios Íntimo, el hombre debe buscar su
propia
Iniciación en su mundo interno, tal como en los tiempos antiguos el
principiante debía
penetrar al Interior de la Gran Pirámide en busca de la Gran
Iniciación.
Todas las religiones y escuelas materializaban y continúan
materializando los
misterios, por dos razones: para velarlos a los ojos de los profanos y
para facilitar su
comprensión por el candidato.
43. Amedes le dice a Sethos, cuando llegan al pie del misterioso
Santuario de la
Iniciación:
“Sus caminos secretos conducen a los hombres amados por los dioses a
un fin que
ni siquiera puedo nombrar. Es indispensable que ellos hagan nacer en
sí el ardiente deseo
de alcanzarlo. La entrada de la Pirámide está abierta a todo el mundo,
pero compadezco a
quienes tienen que buscar la salida por la misma puerta cuyos umbrales
franquearon, no
habiendo conseguido sino satisfacer muy imperfectamente su curiosidad
y ver lo poco que
les es dado contar”.
Sin embargo, el aspirante insiste en su propósito de recibir la
Iniciación y escala,
detrás de su Maestro, el lado norte de la Pirámide hasta llegar a una
puerta cuadrada,
siempre abierta, de reducidas dimensiones (tres pies de largo y tres
de alto), que da acceso a
un pasadizo estrecho.
El discípulo y su guía lo recorren arrastrándose con dificultad. El
guía va delante
con una lámpara, símbolo del saber humano, que apenas alumbra su
camino.
La palabra Pirámide viene de pyr, fuego, o sea espíritu. La Iniciación
en la Pirámide
equivale a la comunicación con los grandes misterios del Espíritu, “la
Unión en el Reino de
Dios Interno con el Padre”. El fuego de que se habla aquí no es el
fuego material, ni
tampoco el fuego o luz de los soles, sino otro fuego, mil veces más
excelso: el del
Pensamiento.
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44. La Gran Pirámide Iniciática, a la que penetraba el candidato, es
el símbolo de
nuestro propio Cuerpo. En efecto, ¿dónde, si no en él, nos iniciamos,
más o menos, a lo
largo de la vida y de las vidas?.
En esta Gran Pirámide-Cuerpo nos iniciamos evolutivamente, hasta
llegar a la
condición de Adeptos Divinos, iniciadores, a nuestra vez, de los seres
inferiores a nosotros.
La puerta estrecha de la Pirámide es la misma puerta estrecha del
Evangelio, que
conduce a la salvación. Está siempre abierta, pero para entrar por
ella, el hombre debe
inclinarse o doblarse, conduciéndose a sí mismo al mundo Interno con
el pensamiento. El
pasadizo angosto es el camino abrupto y penoso que conduce al Reino de
Dios dentro del
cuerpo, porque el camino de la perdición es ancho, dice Jesús; el Guía
es el buen deseo o
aspiración y el candidato es el hombre.
45. Después de muchas angustias, de breves instantes que le parecen
siglos, el
aspirante llega a una habitación de regulares dimensiones (dentro de
la caja torácica). Allí
lo reciben dos Iniciados (dos intercesores: el YO SUPERIOR y el ÁNGEL
DE LA
GUARDA). Ambos son creados por el propio hombre, con la mejor de sus
aspiraciones
presentes y pasadas, pero no debe hacerles pregunta alguna. Más, como
el aspirante ignora
esta prohibición, trata de pedirles explicaciones, pero se le informa
que no debe malgastar
su tiempo ya que no obtendrá respuesta a nada, pues los intercesores
no son sino sus
propias criaturas (y solamente el Dios Íntimo puede dar respuestas
verdaderas).
Esos dos intercesores llevan el pensamiento al mundo interno y entran
en un largo
corredor que conduce al borde de un precipicio profundo e insondable
(el precipicio de las
tentaciones de los deseos, que conduce a la parte inferior del cuerpo
físico; el aspirante
debe ser tentado con esta prueba y tiene que bajar al pozo oscuro de
su propio cuerpo).
46. Una luz, emanada del intelecto, puesta al borde, le permite
apreciar el peligro de
la espantosa caída (cuando el pensamiento se dirige a ese mundo
inferior y en él se deleita).
Mirando con atención, el aspirante distingue unas barras colocadas a
un lado de la negra
cueva y que permiten, aunque no sin riesgo, el descenso (del
pensamiento) por ellas, a los
hombres de mente firme y ánimo imperturbable.
El aspirante prefiere bajar para no sufrir las dificultades del
regreso. A bastante
profundidad terminan las gradas (las costillas) sin llegar aún al
fondo. En la última grada (la
del vientre) busca una solución al terrible problema y entonces
encuentra en la pared una
abertura o ventana angosta por donde puede entrar a otro corredor,
siempre descendente,
pero en forma de espiral estrecha. Al fin de ese pasadizo, el neófito
tropieza con una sólida
puerta. La empuja, ella cede, pero al cerrarse tras de él, golpea en
los quicios y produce un
fragor infernal.
47. Sigue adelante, mas otra grada le corta el paso. Al aproximarse ve
que continúa
un corredor bajo y estrecho, sobre cuya entrada brilla una
inscripción: “Todos los que
recorren esta senda, solos y sin mirar atrás, serán purificados por el
fuego, por el agua y por
el aire. Si consiguen vencer el miedo (de la mente) a la muerte,
saldrán del seno de la tierra
(de la profundidad del cuerpo humano), volverán a ver la luz (del Sol,
en el corazón) y
tendrán el derecho de preparar el alma para recibir la revelación de
los misterios de la gran
Diosa Isis (los misterios de la naturaleza humana)”.
(Desde su entrada por la puerta de la Pirámide, o por su propio
corazón, el aspirante
ha tenido que avanzar, hasta aquí, por cuatro corredores que se
comunican entre sí mediante
aposentos o gradas). El pensamiento, durante esa penetración, tiene
que recorrer los cuatro
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corredores que unen y comunican los cuatro poderosos centros mágicos
del cuerpo
humano, que llevan a las cuatro etapas inferiores del mundo interno
siguiendo las leyes
cósmicas de la involución; pero, una vez llegado a la última etapa,
comienza nuevamente su
ascenso tras haber sido probado, en su evolución, por el fuego, por el
agua y por el aire.
48. El aspirante sigue el camino de la Iniciación.
Aunque nadie lo vea, está siempre vigilado por sus intercesores: a la
menor
debilidad, acudirán presurosos y, por otros pasadizos, lo conducirán a
la puerta de entrada
para que se reintegre a la Luz y a la vida exterior, no sin haber
jurado que a nadie referirá lo
ocurrido. El perjuro será terriblemente castigado, porque ese descenso
a las etapas ínfimas
confieren al aspirante los poderes de las tinieblas y ¡ay de quien se
atreva a comunicar a los
demás esos poderes o los utilice para fines personales!.
Al final del oscuro corredor, el aspirante encuentra a tres iniciados
que tienen la
cabeza y el rostro cubiertos con la máscara de Anubis. (Hay tres
iniciadores de los tres
cuerpos, que nos guían por esas etapas antes de que lleguemos al altar
de los Misterios
Mayores).
49. Esa puerta es, en la Iniciación, la puerta de la muerte. Uno de
los enmascarados
dice al aspirante: “No estamos aquí para estorbar tu paso. Puedes
continuar si los dioses te
conceden el valor que necesitas; sabe, sin embargo, que si traspasado
este lugar, llegas al
fuego sagrado de tu Divinidad y tratas, en cualquier momento, de
retroceder, aquí estamos
para impedir que huyas. Hasta ahora eres libre de retroceder; mas, si
sigues adelante,
perderás la esperanza de salir de estos lugares sin obtener la
victoria definitiva. Aún es
tiempo: ¡decídete! Si renuncias, aún puedes salir por este corredor
(que da hacia el mundo
exterior) sin volver la vista atrás; si avanzas, sigue el camino del
frente (que te conduce al
centro de la médula espinal), por el cual debes subir al cielo. Debes
recorrer ese camino sin
vacilación (si no quieres ser retenido en tu propio infierno).
Escoge”.
50. Tras responder el aspirante que nada le arredrará, los tres
guardianes lo dejan
pasar, cerrando la puerta (la cuarta). Otra vez queda solo en un largo
pasadizo en cuyo
extremo advierte un resplandor. A medida que avanza, la luz se vuelve
más intensa, hasta
ser deslumbradora. Luego llega a una sala abovedada donde, a lado y
lado, arden piras
enormes cuyas llamas se entrecruzan en el centro (la base de la
columna vertebral).
Esa parte está cubierta por un enrejado incandescente. Los clavos le
impiden al
aspirante poner el pie en un lugar donde no arriesgue quemaduras y, al
transponerlo, hay no
solamente el peligro de perecer abrasado sino también el de morir
asfixiado en ese
ambiente irrespirable.
Cerrando los ojos penetra en la habitación ígnea; pero ¡oh increíble
encanto!, al
tocar los pies el enrejado fino (cuando el pensamiento puro penetra
sin temor en el fuego
sagrado), las llamas desaparecen, las hogueras se apagan al instante y
el paso por ellas se
vuelve posible sin temor a que se trate de una mera apariencia: es una
realidad tangible. En
las entrañas sobremanera misteriosas de nuestro cuerpo, como en las de
nuestro planeta,
arde, según la física, un gran fuego y duerme, según la metafísica, un
fuego más intenso
aún: el fuego del pensamiento Cósmico. Esos fuegos, ocultos a la vista
del profano que vive
fuera del Templo, son vistos y sentidos por el Iniciado.
51. Juan decía a sus discípulos: “Yo os bautizo verdaderamente con
agua; pero el
que vendrá después de mí os bautizará con fuego y con el Espíritu
Santo”. Juan, el asceta,
la mente carnal, no puede comunicar a sus discípulos mayor sabiduría
que la de los
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misterios relacionados con el ámbito de la materia, cuyo símbolo es el
agua, mientras que la
sabiduría que comunicaría Jesús, como Iniciado en los Misterios
superiores, era el propio
fuego de la Sabiduría, nacido de la verdadera Gnosis o real
Iluminación Espiritual.
52. Debemos comprender aquí la naturaleza de ese fuego. Dijimos ya que
no se trata
del fuego físico sino del aspecto superior de ese elemento. La prueba
del Fuego Superior a
que se somete al aspirante en la Iniciación Interna, lo pone frente a
sí mismo, o sea la
naturaleza divina frente a la naturaleza terrena. Es el viaje de
regreso, el viaje mental a su
propia Divinidad. Debe atravesar para ello las esferas de los Señores
de la Llama, así como
las atravesó en su viaje de involución o descenso.
El Poder Ígneo del hombre es lo que lleva a la Humanidad a su
prosperidad
espiritual y material y da origen a los Maestros y Guías de las
Naciones.
En esas esferas residen los Señores de la Llama y cuando el aspirante
a la vida
superior los evoca por la Iniciación Interna, dentro de la parte
inferior del cuerpo Sus
llamas consumen lo inferior, lo mezquino, lo denso y lo grosero y lo
convierten en Dios
Omnipotente.
Esas llamas, en el cuerpo humano, constituyen el Fuego Creador y son
las
emanaciones del Espíritu Santo - Tercer aspecto del Dios Íntimo -; por
ellas el hombre se
acerca a su Divinidad.
Para poder atravesar el mundo de las llamas divinas son necesarios un
pensamiento
y un cuerpo puros, castos y fuertes.
El Mundo de los Señores de la Llama tiene siete divisiones, como los
demás
mundos, pero esas etapas o divisiones se penetran mutuamente. En la
parte superior
gobierna el Dios Ígneo de la Luz y en la parte inferior domina el
demonio del humo.
En la Humanidad actual predomina el elemento ígneo con humo y por ello
hay
guerras de destrucción, particularmente con fuego e incendios, al paso
que los Iniciados
tratan de dominar el mundo por medio de la Luz pura y no por medio del
Fuego destructor.
El fuego del Sol Central y su representante en la cabeza arden más no
queman, a la
manera de la zarza de Horeb, mientras que el fuego del sol físico
quema y arde por su
rebelión contra el Sol Central, como sucede en el cuerpo físico.
53. El pensamiento es un poder que tiene sonido, calor y forma. Una
vez dirigido
hacia la parte inferior del cuerpo, asciende el fuego sagrado, mas la
Pureza del pensamiento
y su castidad eliminan del fuego su humo y su calor destructivo y
dejan solamente Su Luz,
y Dios es Luz. Entonces el Iniciado es elevado por los Ángeles de la
Luz al Trono de la
Luz.
Todo hombre debe pasar por esas etapas, mas los que toman el camino
del regreso,
ascendiendo, son los magos blancos o hijos de la Luz, mientras los que
se detienen en esas
esferas se convierten en magos negros o hijos de las tinieblas.
En ese viaje mental el Pensador procede a la iniciación de sus átomos;
únicamente
la pureza y la castidad pueden librarlos del Infierno del Fuego y
tinieblas para conducirlos
al Cielo de la Luz pura, libre de todo humo y ardor.
El hombre que domina sus instintos se hace servir por esos dioses
elementales del
Fuego.
54. Siguiendo luego por otras galerías, dentro de su propio organismo,
el aspirante
iba a desembocar en la líquida extensión que invadía toda la amplitud
de un subterráneo. En
el otro extremo se distinguía, al fin, una escalinata. Era preciso
vencer el peligroso
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obstáculo y, consecuentemente, el aspirante se desnudaba, rápido, y,
sosteniendo sus ropas
enrolladas en lo alto de la mano con que sujetaba la lámpara, se valía
de la otra para nadar y
vencer la corriente de las aguas agitadas (de los deseos).
Antes de serle autorizado el ingreso para llevar a término sus deberes
de sacerdocio
en el mismo santuario, el aspirante debía ser sometido a la prueba del
agua. El divino Jesús
cumplió esa ley en el Jordán, donde pasó por el rito místico del
bautismo de agua. Dícese
que entonces el Espíritu Santo descendió sobre Él.
Cuando el aspirante se somete a la prueba del agua siente que se
desprende de su
cuerpo físico y de sus cinco sentidos; esta separación es parcial,
como la que se
experimenta en los momentos de entrada al sueño. El hombre, pasando
primero por la
prueba del fuego y luego por la del agua, sigue la misma evolución del
planeta Tierra, que
un día fue ígneo y que, al enfriarse por el contacto con el espacio,
generó humedad que, al
evaporarse, se elevaba y luego caía hasta que llegó a ser agua. De
modo que, por la acción
del calor y el frío, se formaron los espíritus de la tierra, del agua
y del aire que hasta hoy
siguen conformando el cuerpo humano. O sea que esos elementales nos
acompañan desde
la remota edad de nuestra formación física.
Una vez descritos los elementales del fuego, debemos decir algo sobre
los del agua,
o ángeles del agua, distinguiendo siempre entre el agua física y sus
elementales.
55. En la Iniciación interna, después de vencer los elementales del
fuego,
dominando el instinto, el Iniciado tiene que dominar los elementales
del agua o de los
deseos. Y es preciso distinguir la diferencia que existe entre el
instinto y el deseo.
La prueba del agua es el símbolo del vencimiento del cuerpo de los
deseos. Debe
advertirse al candidato que, para regresar al Cielo del Padre, a la
Unión con Él, tiene que
deshacerse de los groseros goces de la carne sin menoscabar su
inclinación a los gozos
espirituales.
El fuego que radica en la parte inferior del cuerpo es el del
instinto; el de los deseos
se encuentra en el hígado y ambos influyen en la mente, con
participación de ella.
El Aprendiz, después de seguir por otras galerías en su cuerpo, llega
al hígado,
morada del cuerpo de los deseos.
El Rey elemental del agua reside en esa víscera que dirige sus huestes
en el cuerpo
por medio de los deseos.
Nuevamente debemos insistir en la necesidad de no confundir el agua
con su
elemento superior, que es el Deseo, así como no debe confundirse el
cuerpo con el Espíritu.
El mundo de los elementales del agua es como un vapor diáfano; sus
habitantes son seres
vivos e inteligentes que intensifican nuestros deseos e impresiones.
Los elementales del agua se apoderan de la sustancia mental para
adoptar la forma
deseada; sin embargo, al verlos desde adentro, se asemejan a una
constelación y por eso los
ocultistas llaman mundo astral al mundo de los elementales del agua,
por su similitud con
los astros.
56. Cuando el Iniciado vence ese mundo y ese cuerpo astral de los
deseos en su
hígado, puede penetrar en la inteligencia de la naturaleza y levantar
el velo de Isis.
El hombre que se entrega a la satisfacción de sus deseos groseros se
encuentra asido
por estos, como por un pulpo: ellos se apoderan de los átomos mentales
para crear formas
con las cuales encadenan al hombre.
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Esos elementales tienen sus escuelas internas dentro del hombre,
aunque dan sus
enseñanzas solamente a las personas que los dominan y ese dominio debe
basarse en el
amor.
Los elementales del agua admiran y respetan mucho a los seres que se
sacrifican por
los demás y a los que enfrentan el peligro para salvar a los
náufragos.
Las siete divisiones de ese mundo están pobladas por elementales de
desarrollo
diferente. Los inferiores nos incitan a los deseos bajos, mientras que
los superiores nos
enseñan la sabiduría de las edades pasadas, cuando la chispa Divina
del hombre penetraba
en la densidad de la materia.
Cuando un hombre domina sus deseos, los elementales del agua acuden a
servirle
con obediencia, buscando así llegar a la inmortalidad por medio de la
energía que reciben
de lo Íntimo del hombre.
57. Al llegar a la otra orilla, el neófito se vestía y, tras un breve
descanso,
comenzaba a subir la escalinata en cuya cima había una plataforma
fronteriza y una gran
puerta con dos argollas fijas a ella, como llamadores.
Al empujarla, perdía apoyo en el descansillo y el neófito quedaba en
el aire, colgado
de las manos, sacudido por un furioso vendaval y sin lumbre, por haber
dejado caer la que
llevaba, para agarrarse a las argollas. Después de algunos momentos de
angustia y terror,
que debían parecerle eternos, cesaba el viento. El neófito volvía a
sentir, bajo sus pies, el
terreno firme del descansillo y, ante sus ojos atónitos, se abría la
puerta para ponerle
delante un magnífico templo intensamente iluminado.
La prueba del aire pertenece al mundo mental.
58. En la región abstracta del mundo de la mente habitan los
elementales del aire,
que desempeñan un papel importante en la evolución del hombre. Allí se
encuentra también
nuestra mente propia, heredada de nuestro pasado remoto.
Los elementales superiores del aire poseen la inspiración en cualquier
ciencia o arte;
los inferiores se interesan mucho por los fenómenos espirituales.
En la Iniciación interna el neófito debe dominar los elementales
inferiores para ser
servido por los superiores. Una vez dominados los primeros y servido
por los otros, el
hombre llega a la omnisciencia, pudiendo entonces conocer o, mejor,
reconocer las
historias del pasado y ver el futuro. Podrá saber, con exactitud, la
hora de su muerte y
librarse de los tormentos ilusorios y alucinantes de las regiones del
Infierno y el Purgatorio.
Los elementales del aire estimulan y guían nuestra mente hacia los
pensamientos
altruistas y elevados, gracias a la visualización interna.
Con tal visualización podemos concentrar y aprender todas las ciencias
y religiones
del pasado y, al mismo tiempo, crear nuevas ciencias y religiones de
mayor perfección.
59. Cuando un hombre domina el fuego sexual en la prueba del fuego,
impregna la
región de su mente con sus átomos luminosos, solares, cuyo brillo
infunde profundo respeto
a los elementales del aire.
Por su omnisciencia llega el Iniciado a saber la razón de las cosas
sin necesidad de
pensar en ellas, porque ese saber está dentro de nosotros mismos y,
para comprenderlo, no
debemos vacilar. Entonces el hombre no huye del peligro porque sabe de
antemano lo que
va a suceder y cómo ha de ponerse en lugar seguro.
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Los elementales del aire son los depositarios de los archivos de la
naturaleza; todo
cuanto desea saber el hombre lo encuentra en los archivos, en manos de
esos elementales
que habitan dentro de nosotros.
Los elementales del aire son los que leen los pensamientos ajenos y
comunican esa
lectura al hombre, a quien respetan y sirven. Jamás se manifiestan a
la gente orgullosa o
vanidosa. Son muy amigos de los simples y humildes y por ello vemos
que muchas
verdades salen de boca de los niños y de los pobres de Espíritu, como
dice el Evangelio.
Nos dice también que, después de su tentación en el desierto, Jesús
fue servido por ángeles
que no eran otros que los elementales superiores del aire. Nadie que
sea orgulloso de su
mente y su saber humano logra dominar a las Potestades del Aire, como
las llama San
Pablo, pese a que son muy obedientes a los que alcanzan el dominio
mental por la
concentración, siempre que esta tenga una finalidad constructiva.
60. El orgullo y la magia negra pertenecen a la división inferior de
esos elementales.
Muchas veces enloquecen y enferman a sus médiums y producen en ellos
perturbaciones
mentales. La Legión que fue dominada por Jesús y sacada de los dos
locos sensitivos que
vivían en los cementerios, era la división inferior de los elementales
del aire, porque hay
personas que se dedican a la nigromancia y otras ramas de la
adivinación, sea por lucro
personal o por vanagloria, y caen en las redes de los elementales
inferiores al ejercer tales
dones de manera inadecuada.
El mundo mental inferior es dominado por el Enemigo oculto en
nosotros. Él tiene a
sus órdenes a las huestes inferiores del aire, mientras que los
elementales superiores son
huestes del Pensador Padre de la creación, que los envía al hombre en
forma de intuición o
de inspiración superior a través del corazón.
Los superiores son defensores de los órganos delicados del cuerpo
astral, mientras
que los inferiores los rompen para dejar pasar, por las roturas,
ciertos conocimientos del
más allá.
61. La concentración del Adepto o Santo puede compararse a una
evaporación de la
Inteligencia para llegar al conocimiento de los misterios ocultos; mas
las provocaciones de
los espiritistas, hipnotizadores y otros, tienen por objeto la
materialización de lo sutil y
diáfano para poder juzgar a través de los sentidos físicos. El primer
método espiritualiza la
materia; el segundo materializa lo espiritual creyendo, de ese modo,
poder conocerlo.
Todo discípulo que se vanagloria de sus poderes ahuyenta de sí a los
elementales
superiores del aire.
62. La mente humana tiene, en sus movimientos, analogía con el aire:
así como no
se puede retener ni dominar el aire, sólo consigue dominar el
pensamiento quien alcanzó,
en su Iniciación, los grados superiores.
La finalidad de la Iniciación externa es dar al aspirante un símbolo
de la dominación
de sus pensamientos después de haber dominado sus instintos y
emociones. Esa es la única
verdad que lleva a la Unidad.
Una vez terminadas sus pruebas y vencedor en todas, entraba el
aspirante en su
magnífico Templo Interior, iluminado por la Luz divina.
63. Desde el altar avanzaba el Sacerdote, lo felicitaba por su firmeza
y valor, le
ofrecía un vaso de agua pura, símbolo de su Iniciación y
perfeccionamiento moral. En
seguida, se arrodillaba ante la triple imagen de Osiris, Isis y Horus,
la Trinidad Sagrada.
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Siguiendo ese maravilloso relato en el mundo interno podemos llegar a
significados
sorprendentes.
Cuando el aspirante triunfa en sus pruebas internas dentro de su
propio Templo-
Cuerpo iluminado, llega hasta su corazón, el Altar del Dios Íntimo;
entonces se adelanta a
recibirlo el Gran Sacerdote, el símbolo del Hombre Perfecto, que es el
Átomo Nus que vive
siempre cerca del Altar Divino en el hombre y está esperando al
discípulo en su viaje
mental para guiarlo hasta su propia Divinidad. El Átomo Nus, después
de felicitarlo, le da
de beber el agua de la Vida Eterna como recompensa a su llegada al
Reino de su Padre
Interno. En seguida, arrodillase frente al Altar, ante las tres
representaciones del Dios
Íntimo que son: el Poder, el Saber y la Manifestación, la Trinidad
Sagrada.
64. Pero todavía no está unido con su Íntimo: se encuentra, apenas,
ante sus
atributos.
Con esa ceremonia concluía la primera parte material de la Iniciación.
El aspirante tuvo el valor y la fuerza necesarios para su adelanto;
pero eso no es
todo: aún le falta saber si, no habiéndolo vencido el terror, no lo
avasallarán las seducciones
del bienestar, de la pasión y del placer.
Para demostrarlo, y sin que el aspirante lo advierta, en el transcurso
de su educación
iniciática debe ser tentado como Jesús en el desierto, a fin de
apresurarse a cumplir sus
obligaciones de vida pura y dominio de los apetitos y sensaciones.
Si venciera sería un discípulo de la Iniciación; si, por el contrario,
lo venciesen sus
apetitos y pasiones, sería sentenciado a permanecer en la categoría
inferior hasta que
aprenda a vencerse a sí mismo.
65. Durante las pruebas morales y la meditación el aspirante aprende,
en las
escuelas internas, toda la sabiduría: el significado de las ceremonias
religiosas, la
simbología, la conciencia y la magia de los números y letras, la
relación de la astronomía
con su propio cuerpo, que lleva a la astrología hermética. Aprende el
poder de la palabra y
del pensamiento y sus efectos, manejando el poder magnético e
hipnótico, y recibe
gradualmente la ciencia de la Magia y el modo de utilizarla.
66. Más, para llegar a la cima del poder, debe preparar sus tres
cuerpos: el cuerpo
físico, el cuerpo de los deseos y el cuerpo mental, de los cuales
salió vencedor en las
pruebas.Domina el cuerpo físico por medio del ayuno y el ascetismo. El
ayuno purifica y el
ascetismo domina sus sensaciones venciendo la sed, el frío, el calor,
el cansancio, el
sufrimiento y todas las molestias materiales.
Debe mantener el cuerpo limpio, dormir poco, trabajar mucho; su
alimentación debe
ser buena y natural y no debe beber sino agua.
67. Domina el alma o cuerpo de los deseos matando las pasiones, la
ambición, el
ansia de poseer, el bienestar personal, el egoísmo, etc. Debe lograr
ser indiferente a las
alegrías y los dolores, a los placeres y sufrimientos, de modo que
nada altere jamás su
tranquilidad de pensamiento. En este periodo tiene que aprender
ciertas obligaciones
místicas, rituales y costumbres, prácticas y oraciones.
Para dominar su tercer cuerpo, que es el mental, debe dedicar todos
sus
pensamientos al mundo interno, silencioso en sus meditaciones,
enviando su poderosa
voluntad a distancia para cumplir ciertos deberes. Desde ese arte
puede llegar a los planos
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superiores de la Vida Espiritual, donde se alcanza la Iluminación y el
conocimiento de la
verdad.
El dominio de los tres cuerpos es necesario para la última prueba que
equivalía al
coronamiento de toda la Iniciación. Significaba la renuncia completa a
todo lo vulgar y
terreno para alcanzar la suprema Luz, que sólo brilla ante los ojos
cerrados por la muerte
física.
68. Esta última prueba consistía en colocar al discípulo en un
sarcófago.
Metido en él, debía pasar, inmóvil, toda la noche, entregado a una
meditación
profunda y a rezos especiales. En esas condiciones realizaba la
proyección del cuerpo
astral según los métodos que le habían enseñado, y su cuerpo
invisible, arrastrado por las
corrientes de los mundos superiores, ascendía a las alturas donde se
le decía la última
palabra, donde conocía el último secreto de la Verdad absoluta. AI
rayar el día siguiente, se
levantaba del sarcófago otro hombre: un Adepto, perteneciente a la
suprema Jerarquía de la
Iniciación. Sus poderes eran indescriptibles, y sus obligaciones y
responsabilidades,
espantosas.
Nadie sino un Maestro de la Sabiduría Secreta sería capaz de hacerles
frente.
69. La entrada al mundo astral exige el dominio de los tres cuerpos
arriba indicados:
el aspirante debe ser puro en el cuerpo físico, en el cuerpo de los
deseos y en el cuerpo de
los pensamientos o, en otros términos, puro en pensamientos, deseos y
obras.
La Verdad es interna y, para llegar a ella, debemos entrar en nuestro
mundo interno
y hacer de nuestro cuerpo físico un sarcófago. Gracias a la meditación
profunda y a la
oración mental, el espíritu penetra en las corrientes divinas y
asciende hasta el Padre que
“dará al vencedor el maná escondido y le entregará una piedrezuela
blanca y, en ella, un
nuevo nombre escrito, que nadie conoce sino aquel que lo recibe”.
Al final indicaremos los ejercicios adecuados para estos ensayos.
70. Hay quienes creen que los templos de la Iniciación se extinguieron
antes de la
Era cristiana. Tal vez sea verdad, pero no debe olvidarse que, si la
Iniciación Egipcia
desapareció, otras Iniciaciones, más importantes y más prácticas,
surgieron del judaísmo y
que el Cristianismo nos trajo la más acabada.
Hoy se nos dice que conviene ir a buscar en el Tibet la palabra
perdida; que en las
cimas inaccesibles del Himalaya está el retiro misterioso de los
Maestros. No negamos “la
existencia de seres excelsos en esa región, pero debemos comprender
siempre que el
Himalaya es también un símbolo, igual que la Pirámide de Egipto, de
cuanto permanece en
el mundo interior del hombre.
La entrada invisible sigue abierta; la senda, hoy como entonces,
existe. No la
pueden recorrer sino quienes ponen en práctica los cuatro consejos de
la Esfinge, guiados
por un propósito decidido y desprovisto de curiosidad malsana.
Dondequiera que estén,
pueden hallar el camino porque los Maestros Internos velan y su
atención llega a todas
partes”.

Hasta aquí lo escrito por Jorge Adoum.


Aquí están entregados en forma velada los TRES PASOS de la iniciación, Morir, nacer y sacrificio. Es la eliminación del ego y todas sus ramificaciones, nacer, sabia utilización de la energía creadora, la energía sexual, mediante la castidad, la transmutación de la que hemos escrito en pasadas informaciones; no derramar el semen. Sacrificio, que es el hacer los dos pasos y el tercero.
Paz Inverencial
maeseanonimus